viernes, 19 de septiembre de 2008

Absolut Mrs.Brightside

Un poco alcoholizada...como uf, se me fue el vodka a la cabeza, y yo, que ni se que hacer, solo escuchar a The Killers...mientras que me quede como prendida, con ganas quizas de ir a oveja negra or something...sabes asi como cuando ya son mas de las dos y uno esta ya prendido entonces no puede simplemente ir a acostarse, es necesario seguir hasta las siete...o las seis, que se yo, sobre todo cuando te han obligado a quedarte...

sábado, 12 de enero de 2008

III

Anoche soñé con el chico del café. Creo que él ni siquiera sabe que es el mismísimo chico del café. Tuve que intentar dos veces volver al café de la esquina antes de entrar definitivamente, cómo si alguien allí hubiese muerto y me asustase encontrar un fantasma, o peor aún, encontrármelo a él allí, siendo el chico del café, pero con otra. No sé si mi alma es demasiado sensible, o si estas cosas le suceden a todo aquel que está enamorado del amor, como dicen, pero uno de mis más lindos recuerdos es aquel día cuando me fue a buscar. Tenía pánico de que fuera un mero trámite, que sólo me entregase el encargo y se fuera. Y más aún, ni siquiera tenía la confianza suficiente de que llegaría, tal es mi estado de decepción permanente que, creo, prefería no esperar nada. No tenía caso, estaba demasiado angustiada y nerviosa, sentía que mi voz se quebraría en cualquier minuto, y simplemente, cuando me fue a buscar estaba a punto de llorar. Me dio un vuelco en el corazón cuando me dijo: ´¿Tienes tiempo? ¿Podemos ir a tomar un café?’ La verdad, aunque hubiese tenido una reunión con el Presidente, le hubiese dicho que sí, porque mi emoción era tal, que todo lo demás pasó a un último plano. Pues bien, mi rostro se iluminó y partimos al café. No era conveniente claro, ir al Amadeus, bien sabía yo, que todos aquellos que dicen trabajar mucho, salían a matar las horas a media mañana – y a media tarde también – teniendo como claro destino el Amadeus, y no era pues mi idea, ser el comidillo de aquéllos. Caminamos una cuadra más por el parque y llegamos al café de la esquina. Nos sentamos en un salón soleado, aunque vacío, y el pidió dos zumos de zanahoria con naranja, mi favorito. Yo aún no podía hablar dada mi conmoción; y sólo conseguí balbucear un ‘No’, cuando me preguntó si quería comer algo. La verdad es que no podía tragar nada, estaba tan nerviosa por su presencia y tan nerviosa por la razón de su presencia, que no lograba articular palabra. Él, en su mejor estilo, y mostrando aquel corazón de oro que yo creía conocer, hizo gala de su buen humor, de su delicadeza y cuidado, conociendo aquel estado desamparado en el que me encontraba, cómo sólo lo conocen quiénes lo han vivido. Se me hace un nudo en la garganta de sólo recordarlo ahora, ahora que tengo en mi mente la película, la historia completa. Pues bien, ya sabiendo él que yo no querría llorar, ni mucho menos consuelo – las razones las sabría él más tarde – optó entonces por el camino del divertimento, del contarme historias, del abrazarme o acariciarme el cabello mientras me contaba algo gracioso; y, al parecer, más se animaba cuándo el truco resultaba y a medida que yo esbozaba una sonrisa, más se esmeraba en hacerme reír, y en simplemente olvidar… ¿Olvidé contarles del dueño del café? Pues resultaba ser, ni más ni menos, que un compatriota, uno venido del lado del Atlántico; del otro lado de la cordillera, con sus medialunas, sus facturas y sus brioches…y por supuesto, sus tangos; aquellos por los que yo antes lloraba por otros y por los que ahora río y lloro, pero por mí. Y entonces, ya por magia, ya por casualidad, comenzaron a sonar en aquel salón soleado, los tangos esquivos de ese ayer mío, pero ahora, en una realidad paralela, que nada tenía que envidiarle a las historias truncadas que cuentan siempre los tangos, tristes, de ocho pasos, sin saltar…No bien vió mi cara, encendida por la sonrisa de niña que quiere jugar, se adelantó y movió sillas y mesas, creando una pista de baile blanca y brillante, ardida por el sol de la mañana. Bailamos a pasitos, un poquito a tirones ya por mis nervios, ya por los de él, y prometió ir a enseñarme esa noche. Yo, estando entre sus brazos, sabía que él era él, quien era capaz de darme esa y miles de alegrías a la luz del sol y de la luna, por siempre. Estaba encantada, y me sentía confiada como una niña, feliz con la seguridad de aquello que simplemente es. Pero, como el relámpago, como la luz maravillosa que nos ciega, duró sólo unos segundos, nunca me fue a enseñar a bailar; y a él, al menos a él, no le vi nunca más.
Sin embargo, a veces en la noche, sólo cuando estoy muy triste, me concentro para tener un sueño bonito; y sueño con el chico del café. Despierto un poco triste, pero al menos, al tenerlo entre mis sueños se qué algún día podré encontrarle; con otra cara, con otra ropa, pero podré reconocer siempre al verdadero, a mi chico del café.

II

¿Cuándo hemos de decir que superamos las cosas? ¿En qué momento hemos madurado? Creo que al menos puedo intuir ciertas pistas al darme cuenta cómo han cambiado las cosas, y no en el modo corriente, o en el decir cínico de las gentes a las que ya nada les importa y van dejando atrás aquellos recuerdos dolorosos con desdén o rencor; no creo que sea ese el modo. Para mí al menos, eso no es superar, simplemente es arrastrar los dolores como un preso que tiene el cepo al tobillo y se acostumbra a llevar su peso. Para acostumbrarse, sólo basta estar vivo; todos los seres, animales o plantas, se acostumbran, o mueren. Es necesario en cambio, todo un trabajo y tiempo para superar. Antes, cuando escuchaba un tango era la música triste que me recordaba cuánto no pertenecía yo a esta casa y a esta familia, y más aún, cuán lejanos y desperdigados éramos los cuatro seres que en ella vivíamos, cuán distintos éramos y cómo me sentía de extraña, de extranjera entre ellos. Me sentía, a decir verdad, como adoptada, como importada de otro estado, sin tener ninguna claridad de la utilidad o conveniencia que yo pudiera presentar para el trato; con un vacío enorme que se acrecentaba día a día y que me llenaba de preguntas sin respuesta. Hoy, el tango es una música hermosa, la cual quiero bailar y cantar; y gracias a la cual, en aquellos días más aciagos pude recordar que mi mente y mi cuerpo estaban unidos por alguna extraña materia, pero unidos al fin y al cabo, y que sólo bastaba cerrar los ojos y dejarme llevar para poder llevar el compás y atravesar con gracia la pista de baile. Nunca olvidaré aquel viejo hermoso que, sin conocerme siquiera, se acercó a mi para decirme: ‘¡Preciosa! ¡Sólo tienes que dejarte llevar!’ Él nunca sabrá el impacto que tuvieron sus palabras, lo importante y convincente que fue para mí; y aunque él no lo sepa, y yo nunca más le vea, le estaré eternamente agradecida por hacerme notar de manera tan simple y clara lo equivocada que estaba respecto de la vida; al creer que yo tenía algo que controlar o más aún, creer que podía hacerlo.

I

¿Cuándo alguien se convierte al fin y al cabo en escritor? Yo al menos, podría contar toda mi historia en una tragedia griega, una larga poesía en octavas o una novela policial. Trato de recordar algún instante en que mi mente no estuviera pensando en metáforas, hipérboles o algún tipo de exageración retórica, y no me es posible encontrarle…Me son más familiares aquellos momentos en los que en mi mente se desplegó una maravillosa forma de expresar una idea o sentimiento con palabras, sin tener el tiempo siquiera de alcanzar un lápiz para poder inmortalizarla con trazos, aunque sea en un muro, como hacía aquel protagonista de aquella otra novela olvidada. Tal vez, la capacidad inasible de los escritores bienamados, radica, precisamente en tener siempre a la mano la herramienta, ya sea manual, ya sea mecánica, ya sea electrónica; para ver sus frases hiladas y revestidas de vida, en algún medio del cual luego pueden tomarlas, ordenarlas, mejorarlas, usarlas como idea central de un cuento, o simplemente botarlas a la basura ¡Oh! ¡Cuántas ideas he perdido ya! Ni siquiera he podido desecharlas, simplemente las he perdido, como quien pierde una gema de su anillo, sin saber siquiera si era un diamante exquisito o sólo un trozo de vidrio bien pulido. Bien sabemos, que muchas lecturas se hayan construidas sobre la base de vidrio molido, y más aun, se venden como petróleo en guerra en las estanterías de las tiendas más a la mode.
Me estoy dando a la tarea entonces, de escribir, y de tener también siempre a la mano un Moleskine para poder rescatar aquellas ideas neas que se vienen a la mente en los momentos más notables, aunque inoportunos: Cuando tenemos un recuerdo al punto de cruzar la calle en un semáforo, cuando vamos atrasados a una reunión, sin un mapa, y claramente nos hemos perdido, cuando, en medio de la noche, despertamos deleitados aunque sollozando por un sueño que nos recuerda lo no hallado aún…En fin, momentos en los cuales sólo una libreta pequeña, de no más de un palmo, que sabemos está hecha a mano, con sus hojas hiladas en las cuales la tinta verde de mi antigua pluma se desliza como bailarina; puede recoger en segundos aquel destello de milagro que sólo en el alma asombrada de un escritor puede convertirse en la frase que inicie la novela más triste, con el llanto más amargo; o el poema de amor más hermoso.

Versión 2008

Ya. Ahora estoy feliz, ando riendo todo el día, como muy esperanzada. No se de qué, y no me interesa. Sé que cosas buenas vienen y pasarán, y siento también el acomodo, la certeza de cómo todo va encajando en su propio sitio. Pero también tengo clara mi parte; para que esas cosas buenas que están a la expectativa realmente pasen (sic), es necesario hacer lo que hay que hacer, lo que el cuerpo y el alma piden; a saber: alimentarse y dormir adecuadamente, cuidar el cuerpo y el alma con meditación y yoga; liberar el corazón de las emociones ocultas y dejarlas fluir a flor de piel; y liberar el espíritu con el viaje permanente, con la búsqueda de espacio y conocimiento en lugares diversos, y claro, el compromiso inclaudicable con uno mismo, que es a la vez parte de todo; el compromiso con la vida que hace posible la confianza absoluta.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Recope

Ya!!!! Al fin, se acabó!!! Por fin estoy de recope y puedo decirlo, feliz, qué mas dá? Onda haciendo lo que me gusta, onda pasándolo bien. Asi, como que podes tener una conversación de libros un dia cualquiera con alguien que si los ha leido. Así como volviendo a la vida real, a esa vida de antes, en que todo parecía una sitcom. Así, como tomando las elecciones correctas, o equivocándose con gracia. Así. como que me tildan de progre, fashion, o glam y no tienen ni idea...Y me da lo mismo...Yo solo me ocupo del diseño de mi piso, de mejorar mi cocina. de ser feliz con ester...que más podría pedir? Aparte de un chico que me quiere y yo lo quiero a él..tal vez no estoy enamorada...pero quién dijo que queria estarlo?

viernes, 19 de octubre de 2007

Señales de que te estas volviendo viejo

  1. Preocuparse del clima antes de viajar
  2. Si al dia siguiente de ir a bailar te duele algo mas que los pies
  3. Si puedes tener sexo sólo una vez
  4. Si evitas alguna bebida alcohólica porque te da *acidez*